TARTA DE LA ABUELA VERANIEGA: UN CLáSICO EN VERSIóN HELADA

La tarta de la abuela es esa tarta que todos o casi todos conocemos, con varias capas de crema en sándwich con galletas al gusto y cubierta por una generosa capa de chocolate -o de limón-, un clásico de ayer y de hoy. La crema puede ir de una sencilla crema pastelera, que ya os enseñamos a hacer aquí, a un relleno para vagos o gente muy ocupada con polvos para hacer flan. Pues bien, hemos tuneado esta añeja fórmula para convertirla en tartitas heladas individuales en vasitos, que nos van al pelo para el calorcete. Nuestra propuesta no es difícil de preparar, se conserva varios días en el congelador y el resultado dejará ojipláticos a propios y ajenos. Garantizado.

Para que la crema sea cremosa aún helada, usamos una crema diplomática, que congela a las mil maravillas (la pastelera sencilla quedaría hecha un bloque). La diplomática es una elegantísima y deliciosísima mezcla de crema pastelera con nata montada, suave y con un sabor fantástico; el aireado que introduce la nata montada en la crema es lo que hace que resulte agradable al paladar una vez congelada, aire que no tiene la crema pastelera. Para coronar las tartitas os damos dos opciones, una para vagos y otra un pelín más complicada de trufa montada. Vosotros elegís. Un apunte: si usas tarros con tapa para montar las tartitas, como los de la foto, el interior queda más protegido de olores en el congelador.

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